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sábado, 1 de agosto de 2009

Maravillas de la Naturaleza I "Té Verde"

(1) artículo publicado sobre el Té Verde por Marta Dillon.
(2) información sobre las propiedades anticancerígenas del té, además de información de otras infusiones similares y sus efectos, toxicidad, breves datos químicos, posición de la medicina científica ante dicho té e instrucciones para el correcto preparado del mismo

La ceremonia del té
Por Marta Dillon


Los de pronto populares beneficios del té verde –utilizado por las grandes casas de cosmética como The Body Shop, que alguna vez hizo alabanza de la marihuana – sirven de excusa para revisar algunos de los preceptos que los antiguos orientales exigían a la hora de venerar a esta planta tan generosa, que antes de convertirse en producto comercial crecía salvajemente en las estepas china


Dicen los antiguos que la dificultad es una brújula y que quien se deja guiar se topa, tal vez sin intención, con el bálsamo de pequeños alivios, descubrimientos sencillos que cambian lo oscuro en luz, lo que hiere en la comprensión de su necesidad. Sin la dificultad, el avance es vacuo. ¿Cómo valorar los pasos que se han dado sin reconocer en los pies las cicatrices de la adversidad? Y no hablamos aquí de martirio, eso es bien diferente. Los que avanzan por el sendero de puntiagudas piedras, un pie delante del otro, soltando lo que ensucia con su discurso permanente el silencio interior, no hablan de infligirse dolor alguno, ni siquiera de soportar, como si hubiera un destino en el dolor físico, mucho menos de expiar culpas por medio del tormento. Sencillamente, dicen, quienes avanzan despacio, buscando el modo de esquivar, atravesar, afrontar la dificultad, se topan con la belleza que siempre estuvo ahí, oculta por la eficiencia, la celeridad, el camino recto. Así es el sendero del té para los antiguos japoneses y para quienes todavía hoy se dejan llevar por las evoluciones del vapor en un recipiente sin asas, reconociendo en el líquido verde un retazo del mundo, quieto de pronto en esa taza, sencillamente ofrecida como una caricia, una curación, una búsqueda. El sendero por el que se llega al lugar, cualquiera sea, donde se realice la milenaria ceremonia del té debe ser una oportunidad para mirar a los costados, descubrir cómo el sol se desarma en el prisma de las piedras, advertir lo que ofrecen las flores e ir soltándolo todo, lo que sobra, lo que mancha, lo que hace ruido. A la sala del té hay que entrar tan vacío como la misma taza que espera.
Habrá que atravesar una puerta estrecha, tanto que será necesario agacharse como en reverencia, aunque no son honores los que se rinden. Es apenas una demostración del verdadero tamaño que hay asumir frente a lo que no cambia y lo que se dona –el té, que estuvo ahí aun antes de ser cultivado y elegido por manos mal pagas que lo transforman en tesoro de salud–, es, ese modo de entrar, una señal de humildad para poder recibir lo que se va a recibir. La longevidad, por ejemplo, de creer a las antiguas geishas que oficiaban la ceremonia con sus pasos diminutos y sus artes siempre dispuestas sirviendo té verde como un elixir del que ellas disfrutaban más que nadie por la sola constancia de tener que servirlo y beberlo. O la gracia de la atención a las pequeñas cosas, que es lo que dicen los antiguos que enseña el té. Quien disfruta del sabor sencillo, del silencio acunado por el ruido burbujeante del agua que hierve y se derrama –un sonido antiguo como el del propio cuerpo cuando procesa nuestros excesos, o el que no recordamos pero seguro está impreso en algún pliegue de nuestra identidad, ese sonido de agua que era el único medio cuando todavía no éramos quienes somos– tiene la posibilidad de entender los cuatro principios fundamentales sobre los que se apoya esta ceremonia: armonía, respeto, pureza y tranquilidad.
Saber servir y dejarse servir, compartir lo que se tiene –lo poco que se tiene–, andar a la búsqueda de quien necesita para dárselo, como un pescador que devuelve sus peces al mar, tentar al huésped inesperado y cumplir con el servicio, la donación del arte y el afecto, indiferente a quien lo recibe, siempre que haya alguien del otro lado. Ese era el sentido, ése es el sentido, dicen los que la practican, de la ceremonia del té, un conjunto de rituales finamente programados, tan extensos que sería ocioso describir pero, que en definitiva, apelan a lo fundamental: rendir culto a los misterios que a diario compartimos, dejar las explicaciones en manos de los cínicos, hincarse en el templo de la mente para agradecer lo que sea que haya que agradecer, encontrar eso, recortarlo del caos de ideas, encender la vela que lo alumbre como un faro para los barcos perdidos del resto de las ideas.
¿Importa entonces decir que el líquido que se toma en esta ceremonia es el té verde y no otro? ¿Importa acaso saber que esa infusión es la última niña mimada de la medicina alternativa y que hasta los más duros cardiólogos reconocen que evita la oxidación del colesterol “malo”? ¿Que actúa como antioxidante, que retrasa el envejecimiento de la piel y de los órganos internos al rechazar los ataques celulares que lo provocan? Hasta dicen que tiene efectos más beneficiosos que las vitamina C y E. Que es cicatrizante, bactericida –para aplicarse sobre heridas que ya han comenzado procesos infecciosos–, refrescante de la piel y suave estimulante, más discreto que el mate, menos dañino que el café pero suficiente como para que los monjes taoístas lo usaran para conjurar el sueño durante las extensas jornadas de silenciosa meditación. Eso no es todo: el té verde es incluso capaz de proteger la dentadura igual que cualquier baño sintético de flúor. ¡Y hasta se asegura que puede evitar el cáncer por efecto de los polifenoles que, para más datos, estimulan el ADN para que se reproduzca sin máculas evitando acciones mutantes!
Es la Camellia sinesis, un arbusto silvestre que llega a medir más de cuatro metros, planta madre de una diversidad de preparaciones y mixturas que sólo las expertas narices, como se llama a quienes con refinamiento son capaces de distinguirlas, combinan para traer aromas de jazmines, de rosas, de frutas o cientos de otros sabores que siempre significan lo mismo: una pausa. Un intervalo –que supo banalizar la conocida publicidad de una marca argentina con nombre de mujer–, que no siempre convoca a la meditación pero suele habilitar la charla, el final de una comida, el encuentro heredado de tradiciones extranjeras a las cinco de la tarde. El té verde, el que ahora se descubre como un beneficio para la salud o la cosmética, se obtiene de aquella camellia pero no se fermenta como el té negro, el más conocido, el que se toma con leche con menos ceremonia. El té verde tiene ese color intenso que le da su nombre, tiene el sabor de las hierbas frescas, un tinte amargo, tal vez, que no hay que quitar con azúcar, ni siquiera con miel, para que traiga a la boca un regusto de jardines que llega cuando se lo prepara correctamente: usando agua fresca –nunca la caliente, que cuando sale de la canilla arrastra los tóxicos de la cañería–, retirándola del fuego treinta grados antes del hervor, sirviéndola sobre las hojas en una tetera que no debería ser de metal y dejando que la infusión repose al menos tres minutos, que son los necesarios para que los beneficios se suelten en el agua como las fantasías sobre las evoluciones del vapor, y el silencio, entre las manos de quienes sujetan como un tesoro la tacita oriental, esa que no tiene asas y permite que sea abrazada para que se descargue allí eso que los japoneses dejan en el camino que conduce a la casa del té.
Lo demás, lo que se converse en torno a la bebida, los encuentros que se produzcan, todo eso corre por cuenta de quien decida tomar el té, según la costumbre o buceando en el antiguo oriente ese camino que, dicen los antiguos, ayuda a leer en todo un símbolo. A revelar el mundo como un mapa, plagado de mensajes y metáforas, que quedarán en él cuando se haya partido, aun cuando se viva intentando dejar una huella indeleble, que de todos modos se fundirá en la cadena del tiempo, en las huellas de otros pies que, como pasos sobre la arena, el viento borrará y despejará, alternativamente, según quien sea capaz de mirar sobre los médanos.




Te verde : anticancerígeno natural
Por Ricardo A. Mariscal y Carlos Mateos : volver

El té es la segunda bebida más consumida del mundo después del agua. Pero además de ser apreciado por su sabor, el té -especialmente el verde- empieza a ser valorado ahora por sus propiedades terapéuticas, únicas en el reino vegetal. Y es que cada vez son más los estudios que aseguran que reduce el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y previene la aparición de tumores además de combatir otros trastornos menores.

"El té es una medicina milagrosa para el mantenimiento de la salud. Tiene el extraordinario poder de prolongar la vida". Así de rotundo se expresa al menos el libro Mantener la salud bebiendo té escrito por un monje budista en el año 1211. Claro que mucho antes de esa fecha el té ya era utilizado como planta medicinal por chinos e indios. De hecho, en China la infusión de té verde es la bebida nacional, quizás porque están convencidos de que calma el dolor de cabeza y cura la disentería, la tos, la gastroenteritis y hasta mejora la hepatitis. Propiedades que las últimas investigaciones amplían notablemente.

SU ORIGEN
El té verde proviene de la planta Camellia sinensis de la que se extraen también otros tipos de té. El verde se obtiene cociendo las hojas frescas al vapor con altas temperaturas. De esa forma, a diferencia de lo que ocurre con el té negro, se detiene el proceso de fermentación, las enzimas oxidantes permanecen inactivas y su contenido en polifenoles queda intacto. Unos polifenoles que han demostrado -según publica la revista científica Alternative Medicine Review- "propiedades antioxidantes, anticarcinógenas, antiinflamatorias, termogénicas, probióticas y antimicrobianas en numerosos estudios humanos, animales e in vitro".
La cantidad de estudios en torno al té verde crece en proporción geométrica, solo comparable a su consumo, mayor incluso que el de café. Por citar un ejemplo, en los últimos cuatro meses se han publicado más de 50 estudios sobre sus beneficios terapéuticos, la mayoría relacionados con su capacidad para frenar el desarrollo de tumores. Aunque los autores de los mismos suelen mostrarse cautos en sus conclusiones, lo cierto es que los resultados se acumulan y parecen quedar pocas dudas entre los expertos sobre las posibilidades antitumorales de esta bebida de origen vegetal.
En el caso del cáncer de piel se disponen de mayores evidencias. La Universidad Case Western Reserve realizó una revisión de estudios que se publicó el pasado mes de agosto en Archives of Dermatology y destacaba que "los estudios experimentales sugieren que el té verde posee potenciales propiedades antiinflamatorias y anticancerígenas útiles en diversas afecciones de la piel". El análisis concluía señalando que "aunque son necesarios más estudios clínicos, añadir a productos para el cuidado de la piel té verde podría tener un profundo impacto positivo en diversos problemas dermatológicos".
En esta línea, una investigación anterior de la misma universidad comprobó que los polifenoles protegían la piel de las personas expuestas a rayos ultravioletas. El daño de la dermis y la epidermis era menor cuanto mayores eran las dosis aplicadas, lo que permitía concluir a los científicos que "los polifenoles del té verde podrían ser usados como un candidato quimiopreventivo novedoso y una posible estrategia para reducir el riesgo de cáncer de piel inducido por el sol en la población".
Entre estos polifenoles, los científicos se han atrevido a señalar como responsables del efecto antitumoral a las catequinas, de las que el té verde contiene cuatro importantes: EC, ECG, EGC y EGCG. Pero es en esta última catequina -la EGCG o epigalocatequina- donde los investigadores estiman que reside la mayor eficacia contra el cáncer. Uno de los primeros estudios sobre la función antitumoral de esta sustancia data de 1997, cuando un grupo de investigadores de la Facultad de Medicina de Ohio (EE.UU.) encabezado por el doctor Jerry Jankun divulgó en la revista Nature su utilidad para ayudar a prevenir el desarrollo de tumores cancerígenos e, incluso, servir de tratamiento.

SIN EFECTOS TÓXICOS
La explicación de esta actividad reside en su inhibición de la uroquinasa, una enzima fundamental para el crecimiento tumoral. El trabajo -publicado en Nature- incidía en la relevancia de la uroquinasa como una de las enzimas que más favorece la proliferación de las células cancerígenas. Uno de los hallazgos más novedosos de la investigación fue que el té verde posee altas concentraciones de EGCG -unos 150 miligramos por taza- y que esta catequina no posee efectos tóxicos mientras que otros inhibidores de la uroquinasa sólo pueden ingerirse en pequeñas cantidades debido a su toxicidad. "El inhibidor de la uriquinasa que contiene el té verde en cantidades altas podría reducir la incidencia del cáncer sin efectos secundarios", destacaron los científicos.
Por si fuera poco, un trabajo más reciente -también aparecido en Nature- comprobó que la EGCG ralentiza la angiogénesis, el proceso por el que el tumor genera nuevos vasos sanguíneos para nutrirse y crecer. Aunque ambos estudios fueron realizados con ratones, otras investigaciones realizadas con voluntarios han comprobado el aumento de la capacidad antioxidante del plasma después del consumo de té, según el European Journal of Nutrition.
Pero a pesar de estos hallazgos sobre las catequinas, muchos científicos no se atreven a decir que sea un único componente del té verde el responsable de sus propiedades anticancerígenas y prefieren hablar de la combinación de varios. Así, la revista Journal of Molecular Medicine se hizo eco recientemente de un trabajo sobre los suplementos dietéticos en el cáncer en el que se aseguraba que "la mayor acción anticancerígena ha sido demostrada por aquellos componentes naturales con una actividad multifuncional, como es el caso del té verde", cuyas catequinas y polifenoles en general "muestran la actividad anticancerígena más potente". El Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Colorado ha ido más allá al señalar que "el té verde posee una actividad anticancerígena significativa en numerosos modelos animales" pero advierten que sus propiedades no se deben a una sola catequina sino a una "mezcla compleja".

LOS MÉDICOS ESPAÑOLES LO IGNORAN O LO PONEN EN DUDA
En suma, contamos con todo tipo de estudios sobre los beneficios antitumorales de esta infusión: clínicos, químicos y epidemiológicos. Estos últimos toman como referencia a la población japonesa, cuyos habitantes -que llegan a tomar hasta seis tazas de té al día- parecen insólitamente inmunes a los tumores de estómago, esófago y boca.
El té verde no sólo ha roto moldes por el número de investigaciones realizadas sino también por la cantidad de revistas científicas que los han publicado, algunas de las cuales hasta ahora no se habían caracterizado precisamente por su apoyo a la fitoterapia. Sin embargo, este entusiasmo investigador no se ha trasladado a los médicos españoles, por lo general reacios a analizar los datos de cualquier posible acción anticancerígena de una planta por muchos estudios que la avalen. Una cautela, cuando no oposición, que no encontramos cuando se trata de fármacos de síntesis aunque hayan sido objeto de menos ensayos o sus efectos secundarios sean muy superiores.
Así, uno de los oncólogos que más se destaca por su gran número de libros publicados y su participación en todo tipo de congresos científicos, el doctor Manuel González Barón, jefe de Oncología del Hospital La Paz, de Madrid, no sólo reconoce no saber nada del té verde sino que reacciona de forma airada a una mera pregunta sobre él. El doctor Juan José Lahuerta, jefe de Oncología del Hospital Doce de Octubre, también confiesa no saber nada de estas investigaciones aunque, a diferencia de su compañero, no se molesta por la cuestión. Mayor conocimiento muestra el doctor Miguel Ángel Rubio, del Servicio de Endocrinología del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, quien asegura que "se trata de trabajos experimentales que hay que analizar con reservas."
El doctor Rubio ratifica la beneficiosa actividad antioxidante del té verde pero duda de su carácter preventivo de enfermedades si su ingesta no se realiza en el marco de una alimentación equilibrada, dentro de la cual sería "un factor protector más".
El endocrino madrileño es particularmente escéptico en lo que concierne a la actividad anticancerígena del té verde, fundamentada en la presencia de otro tipo de antioxidantes en su composición, las catequinas. El té verde conserva estas sustancias debido a que la fermentación de las hojas es detenida en mitad de su proceso. Lo que no ocurre en otras variedades de té, como el caso del té negro, donde las catequinas se oxidan durante la fermentación y desaparecen.

COMBATIENDO LA ARTERIOSCLEROSIS
Y no son esas sus únicas propiedades. Según una investigación publicada el pasado mes de agosto, los poderes benéficos del té verde se extienden a la prevención de la arterioesclerosis coronaria, enfermedad que consiste en el endurecimiento de las arterias y la formación de depósitos de lípidos o grasas en sus paredes. Médicos del Departamento de Medicina Preventiva de la Universidad Kyushu, en Fukuoka (Japón), sometieron a un grupo de varones mayores de treinta años a una dieta en la que se incluía un consumo de entre dos y cuatro tazas diarias de té verde. Los resultados demostraron la eficacia del tratamiento en 262 de los 302 sujetos. El beneficio del té resultó ser acumulativo, es decir, aquellos que consumían más tazas diarias presentaron menos posibilidades de formar depósitos de grasa en sus arterias. Sin embargo, no se demostró un beneficio similar en las mujeres.
La capacidad antioxidante de los polifenoles del té es la responsable de este efecto cardioprotector, según coinciden en señalar los autores que se han ocupado de su estudio. Los polifenoles son capaces de reducir los niveles de estrés oxidativo de las células con lo que disminuyen las posibilidades de sufrir dolencias cardiovasculares y determinados tumores.

PODEROSOS QUEMA-GRASAS
La influencia de los polifenoles sobre el organismo también se extiende a la liberación de calor y, por tanto, a la destrucción de grasas, como subraya la doctora Teresa Ortega, profesora de Farmacología de la Universidad Complutense de Madrid: "La acción conjunta de la cafeína -que también contiene el té- y los polifenoles favorece la termogénesis o ritmo al cual se queman las calorías y el consumo general de energía; de ahí que se recomiende el consumo de té verde como complemento del ejercicio físico al constituir un poderoso quema-grasas".
Esta propiedad es la responsable de que el té verde sea una de las plantas que con más frecuencia aparecen en las dietas de adelgazamiento, especialmente aquellas en que se opta por la ayuda de productos de origen natural en detrimento de fármacos de síntesis (o químicos). Un hecho que se sospechaba desde hacía tiempo pero que ha sido comprobado en recientes estudios.
Así, científicos de la Universidad de Ginebra, en Suiza, realizaron una serie de experimentos destinados a probar este extremo. Para ello, estudiaron los efectos del té verde en diez hombres sanos que presentaban un sobrepeso de bajo a medio. El ritmo de quema de calorías de las personas observadas que ingirieron té verde con sus comidas aumentó un 4 por ciento y el gasto general de energía en un 4 y medio por ciento. En cambio, las personas de este experimento que tan sólo consumieron cafeína no mostraron cambio alguno en sus índices. En su conclusión, los investigadores añadieron que, al contrario que otros productos para dietas, el té verde no contiene altas dosis de cafeína y no afecta al corazón.




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OTROS ALIMENTOS RICOS EN FLAVONOIDES
Los flavonoides -también conocidos como flavinas o flavanoles- son sustancias químicas naturales que fueron aisladas por primera vez en 1930. Desde entonces se han identificado más de 4.000 y es reconocida su función como eliminadores del exceso de radicales libres -responsables del envejecimiento celular y de numerosos procesos degenerativos- así como su capacidad para evitar la agregación plaquetaria en las arterias y la formación de los trombos que dan lugar al infarto. Los flavonoides pueden encontrarse, además de en el té, en alimentos como el chocolate, las manzanas, las verduras y el vino.
En febrero del pasado año, investigadores del Departamento de Química Analítica, Nutrición y Bromatología de la Universidad de Salamanca divulgaron los resultados de un trabajo dirigido por el doctor Santos Buelga que tenía el objetivo de estudiar los efectos biológicos en la dieta de los flavonoides y sus implicaciones en la salud.
De la investigación se concluyó que los españoles consumimos diariamente varias decenas de miligramos de estas sustancias, principalmente a través de las frutas (69%) y el vino tinto (17%). En España, las comunidades autónomas donde hay una mayor ingesta de flavonoles totales son Asturias, Galicia, La Rioja y Cantabria. Los científicos españoles confirmaron las propiedades antioxidantes de estas sustancias pero no cuantificaron en qué medida era necesario su consumo para ejercer de protector natural.


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OTRAS APLICACIONES DEL TÉ VERDE

· Artritis reumatoide
Un equipo de la Universidad Case Western Reserve, de Cleveland (EE.UU.), comprobó la eficacia del té verde en ratones susceptibles de padecer artritis reumatoide. Para ello emplearon ratones a los que alimentaron en un caso sólo con agua y en otro con agua enriquecida con té verde, dándoles el equivalente a cuatro tazas diarias para un humano. Pues bien, los roedores alimentados con té verde fueron menos susceptibles al desarrollo de la artritis inducida por colágeno; y si desarrollaban la enfermedad, ésta aparecía más tarde en comparación con los animales a los que no se les habían suministrado sustancias antioxidantes. En total, ocho de dieciocho ratones que recibieron té verde desarrollaron artritis, comparado con diecisiete de los dieciocho ratones a los que no les fue suministrado.

· Caries
El té verde ha demostrado ser un buen dentífrico ya que combate el azúcar y las bacterias que se acumulan en los dientes. Contiene grandes cantidades de fluoruros y de taninos, que son astringentes.

· Estrés
El té verde tiene la mitad de cafeína que un té negro y la cuarta parte que el café. Actúa como un sedante natural.

· Afecciones de la piel
Desde hace siglos se utiliza el té verde para calmar picaduras de insectos, abrasiones, cortes, abscesos y acné. Actualmente forma parte de la composición de muchas cremas antiarrugas y de belleza en general.


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CÓMO PREPARAR CORRECTAMENTE UN TÉ VERDE

-El té verde puede ingerirse en forma de suplementos (cápsulas o pastillas) o bien en infusión. Si se opta por esta forma tradicional hay que tener en cuenta que todos los beneficios para la salud pueden arruinarse si su preparación y consumo no son los adecuados.
-El agua contribuye al aroma y sabor de la infusión. Se recomienda pues utilizar agua mineral con un bajo contenido de sales. Si se utilizan hojas sueltas, la proporción entre éstas y el agua va a depender de la clase de té empleada. Entre una y tres cuartas partes de la tetera se llenan de hojas de té y el resto con agua. Las mejores teteras para la mayoría de las variedades de té fermentado son las de arcilla roja.
-Hay que procurar que el agua esté muy caliente, sin llegar a la ebullición. La revista International Journal of Food Sciences Nutrition publicó un estudio (británico, por supuesto) sobre las condiciones del té en el que se decía que "la preparación del té en un rango de temperaturas entre los 20 y 90 grados centígrados revela que, aunque los antioxidantes se liberaron de las hojas en el agua en infusiones más frías, al incrementar la temperatura aumentamos el potencial antioxidante entre 4 y 9,5 veces".
-Añadir leche al té verde constituye un grave error porque ésta precipita los compuestos fenólicos y no son absorbidos por el organismo. Esta recomendación aparece recogida en el estudio británico -si bien referido al té negro- diciendo que "la adición de leche parece disminuir el potencial antioxidante". Este efecto es mayor con la leche entera ya que se debe, sobre todo, a la grasa de la leche.


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DIVERSOS TIPOS DE TÉ

Existen tres tipos de té que consumen habitualmente millones de seres humanos: el 78% es negro y es el que se suele consumir en Occidente; un 2% consume el conocido como Oolong y el testante 20% es té verde.

TÉ VERDE
Se denomina "té verde" al té sin fermentar. Se obtiene secando las hojas al sol durante una o dos horas o sometiéndolas a torrefacción. La infusión de hojas de té verde es de un color entre verde jade y verde amarillento y su aroma es de verduras frescas. El té verde se consume principalmente en China, Japón y unos cuantos países del norte de África y de Oriente Medio.

TÉ NEGRO (también conocido como TÉ ROJO)
Los chinos llaman al té que ha sufrido un proceso completo de fermentación "té rojo" aunque en Occidente se le conoce como "té negro". El té elaborado a partir de hojas negras es de un color marrón rojizo y tiene un aroma semejante al de la malta. Se obtiene fermentando la hoja y secándola después con aire caliente. Aunque sus beneficios terapéuticos son inferiores a los del té verde también puede inhibir el cáncer cutáneo.

TÉ OOLONG
Es un té fermentado parcialmente. Está a medio camino en su composición entre el té verde y el negro. Es exclusivo de China y Taiwán. Se presenta con tres grados distintos de fermentación: ligera, moderada y completa.
-El té Oolong fermentado ligeramente -como el Paochung- se caracteriza por su aroma intenso y tonalidad dorada y clara.
-Las variedades con una fermentación moderada -como "Buda de hierro", "Narciso" y "Pico helado" (tung-ting)- son de color marrón, tienen un aroma intenso -"maduro", más atractivo para el gusto que para el olfato- y dejan un cierto dulzor en la boca.
-Las infusiones de hojas fermentadas moderada o fuertemente -como la variedad "cabellos canos" de Oolong- son de color anaranjado y tienen un aroma afrutado.

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